sábado, 27 de agosto de 2011

Becquer: XXXV, XLI, XLIII

XXXV
¡No me admiró tu olvido! Aunque, de un día
Me admiró tu cariño mucho más;
Por que lo que hay en mí que vale algo
Eso... ni lo pudiste sospechar.

XLI

Tú eras el huracán y yo la alta
torre que desafía su poder.
¡Tenías que estrellarte o abatirme...!
¡No pudo ser!

Tú eras el océano; y yo la enhiesta
roca que firme aguanta su vaivén.
¡Tenias que romperte o arrancarme...!
¡No pudo ser!

Hermosa tú, yo altivo, acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque...
¡No pudo ser!

XLIII
Dejé la luz a un lado, y en el borde
de la revuelta cama me senté,
mudo, sombrío, la pupila inmóvil
clavada en la pared.

¿Que tiempo estuve así? No sé; al dejarme
la embriaguez horrible dolor,
expiraba la luz y en mis balcones
reía el sol.

No sé tampoco en tan terrible horas
en qué pensaba o qué pasó por mí:
sólo recuerdo que lloré y maldije,
y que en aquella noche envejecí.

miércoles, 17 de agosto de 2011

¿Quien lo diría?

La edad de plata, viaja lenta por el sur y por el norte buscando la mirada de cualquier mujer que muera a cada instante por la belleza del segundero que activa paso a paso el orgasmo de la vida que es el tiempo, tan corto pero tan vivo, lleno de muerte que en un segundo estalla por la eternidad del sueño de la existencia.
Hablemos del mar, hablemos de las rocas, hablemos del cosmos y de todo lo inevitable y hablemos del arte como la perra que muerde la mano de nadie, para morder su propia pata hasta mutilarla por no merecerse pertenecer a sí misma.
La vida no es, sin más, no es. Y si la vida no es, nada es y eso hace maravillosa esta mentira recubierta de mentira. Por ello no es de extrañar que esta pérfida sociedad no sea más que una metáfora enorme de un anhelo colectivo tan absurdo e inútil como la existencia, que es sin ser y siendo se crece y hace una nueva metáfora de si misma para volver a ser sin ser en un bucle de mierda que por la desgracia del vacío de la existencia de una divinidad no estalla en miles de millones de pedacitos de vacua felicidad.
¿Quien lo diría? ¿Acaso tiene el romanticismo fecha de caducidad?

martes, 16 de agosto de 2011

No lo traigas a mi
pues te quiero demasiado.
Dejalo correr
mañana habra acabado.
La luna brilla siempre
no esperes un milagro.
Lucha por lo tuyo
nunca habra nada acordado.

¡Improvisa, improvisa!

¡Improvisa, improvisa!
que la muerte nunca avisa
Sale de noche y mañana
pesca salmones metidos en lata
¡Improvisa, improvisa!
Que nunca come lo que guisa

Un cambio, una muerte
un principio, un puente
la astucia es compañera de la cobardía
que todo lo inunda en esta miserable vida
la lucha no empieza pues nunca acabó
y la fuerza amiga mía no está en el corazón.

De la debilidad nace la fuerza
que impulsa la habilidad que te atormenta
la nada, el vacío es la única derrota
la muerte solo es un final, una pianola
que acaba su canción de una manera u otra
no la culpes a ella pues el tiempo no perdona.