miércoles, 22 de julio de 2009

Tres conversaciones silenciosas en la nocturnidad





(Conversación Nº1)

Ir un paso por detrás

Siempre fue mi estilo

Andar con los ojos cerrados

Tropezar por el camino

Y me quejo
¿Por que? Si yo elegí esto, supongo. En algún perdido momento de mi (hasta ahora) inútil historia tomé la decisión de volverme el bufón que he sido.
Escogí el camino pedregoso y triste, me senté en la salida pensando que no había manera de terminarlo cuando aun no había empezado.
Si lloras por no ver el sol las lágrimas no te dejaran ver las estrellas, decía Tagore.
Por suerte, supongo, en Madrid no se ven las estrellas por lo que puedo llorar sin remordimientos mientras la noche me concede su tregua.

(Conversación Nº2)

Todo se pasa, se cura con el tiempo. ¿Realmente es tan fácil? ¿Quizás debería entrar en un letargo interior, seguir sonriendo al entusiasta público y esperar a que todo se arregle sin más?
Sonreirle al publico es fácil, hacerle creer que eres feliz, más que nadie. La verdad no importa mientras mantengas las apariencias. Por que a nadie le gusta la realidad de una persona que sufre sin necesitar una razón. ¿Por que preocuparse de la gacela coja si será la primera presa del león? Mejor sonreirle a la vida por que esta te da una razón, la de no ser una gacela coja en las fauces del león.

(Conversación Nº3)

Me gusta la noche, por que es tranquila, estática, silenciosa.
Si existiera el cielo y fuera a la carta yo lo elegiría así, tranquilo, estático, silencioso, en paz.
Pero no nos engañemos, el cielo no existe, igual que no existe nada estático y menos cuando se trata de silencio, tranquilidad y sobretodo de paz. Pero me queda la noche, a la que tantos temen y a la que yo tanto amo.
Me enerva que pinten a la noche como el mal, el refugio de los incomprendidos amantes de la brujería, vampiros, demonios y demás tonterías.
La noche es una dulce amante de cabellos negros y ondulados, con la piel suave y blanca de la luna y con la cabeza llena de preciosas, variadas y brillantes ideas con forma de estrella.
La noche es hermosa y yo burdo y pequeño la observo con los ojos como platos desde la ventana de mi habitación, sabiendo que soy afortunado de estar vivo, de poder hablarla y admirarla, aunque mi mente nunca la pueda abarcar.

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